Por Ivette Estrada
Inmersos en valores altamente utilitarios, el arte parece un lujo sofisticado y prescindible. Un “algo” que se desdeña e invisibiliza.
Sin embargo, el arte emerge siempre como un catalizador de sentido.
Como narrativa compartida permite que una empresa construya una identidad más allá de los parámetros de desempeño, los fríos e insustanciales KPIs en la vida de los colaboradores. Empero, una instalación, metáfora visual o curaduría interna puede convertirse en símbolo de propósito que resuene a nivel colectivo, que conecte con la misión de cada colaborador y lo enlace a propósitos corporativos comunes.
El arte también es un reconocimiento emocional. En espacios donde la productividad suele eclipsar la subjetividad, como en los espacios de trabajo, el arte devuelve humanidad. Un mural, pieza sonora o intervención poética puede validar emociones que no caben en los reportes. Entonces la fábrica o la oficina deja de ser un reducto de producción de bienes o servicios y se transforma en un espacio eminentemente humano y lleno de significados. Incluso promesas.
El arte también aparece como un estímulo cognitivo y creatividad aplicada.
Mediante el pensamiento lateral, al arte estimula conexiones no lineales, lo que mejora la resolución de problemas complejos. No es casual que empresas innovadoras integren residencias artísticas o talleres de escritura creativa.
Asimismo, distintos estudios muestran que entornos estéticamente cuidados y emocionalmente resonantes aumentan la concentración, reducen el estrés y elevan la motivación.
El arte también incide positivamente en la cultura organizacional y la cohesión.
Así, el arte puede crear momentos de pausa, celebración o reflexión que fortalecen vínculos entre colaboradores. Una lectura colectiva, exposición interna o cápsula visual puede ser más eficaz que mil reuniones muchas veces. Tiene un profundo trasfondo fenomenológico.
Asimismo, al integrar expresiones artísticas, se valida la pluralidad de perspectivas. Esto no solo enriquece la cultura, sino que previene el pensamiento único y la burocracia emocional.
Y el arte también posee una invaluable sostenibilidad emocional y ética. Ofrece recompensas que no se traducen en bonos, pero que permiten sentirse parte de una narrativa estética y ética que de forma simultánea genera pertenencia.
Una empresa que cuida su lenguaje visual, sus espacios y símbolos, comunica que el cuidado importa. Y eso se traduce en confianza para los distintos públicos.
El arte nos recuerda que hay valores que no se cotizan, pero que sostienen. Y que incluso en el ámbito empresarial, donde reina el Excel, el arte puede ser el contrapeso que humaniza, inspira y transforma.
Ahora, el primer paso para incorporar el arte en la cultura empresarial es reconocer que el arte no es decoración, sino lenguaje. Y como todo lenguaje, necesita contexto, intención y escucha.
“México defiende la no intervención”: Sheinbaum evade hablar de María Corina Machado y respalda a Venezuela
“No está suficientemente informado”: Sheinbaum revira a Trump y afirma que hay acuerdos para el tratamiento de aguas
Octubre 2025 registra récord histórico con la llegada de 8.3 millones de visitantes internacionales; incrementó 13.6% de enero a octubre
Cae uno de los principales líderes del crimen organizado en Sinaloa; hay tres detenidos más
Grupo Multisistemas de Seguridad Industrial, empresa comprometida con la sociedad y el país
El arte de disfrutar con estilo y sentido 