El pasado día 5, el Gobierno ruandés confirmó a EFE la firma de un pacto para acoger hasta 250 migrantes deportados de EE.UU., mientras medios locales reportaron que el acuerdo se firmó en junio en Kigali.
Acuerdos similares
Ruanda, que ya ha suscrito acuerdos similares con países como Israel o el Reino Unido -si bien éste no progresó- para acoger solicitantes de asilo o migrantes, se ha consolidado como un socio dispuesto en la gestión migratoria global.
Estas iniciativas han generado tanto elogios como críticas: mientras algunos las interpretan como un gesto humanitario, otros cuestionan la transparencia, las condiciones de acogida y el impacto a largo plazo de estos convenios.
El acuerdo con EE.UU. coincide con el endurecimiento de las políticas migratorias promovidas por la Administración del presidente Donald Trump, quien tuvo las deportaciones masivas como una de sus principales promesas electorales.
Después de que el Tribunal Supremo estadounidense autorizara las expulsiones a terceros países, Washington reanudó los vuelos de deportación, que han trasladado hasta ahora a migrantes de manera exprés a países como El Salvador, Sudán del Sur y Esuatini.
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